pacrima

Un lugar donde pensar entre palabras…


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Un día como otro cualquiera

Amanece un nuevo día. Los rayos de sol irrumpen en mi dormitorio. A menos de un metro, una cama conocida, de 80, como la de cualquier otro estudiante afortunado, permanecía casi inmaculada. Quisiera decir que fue la luz diurna la que me despertó pero no fue así. Fue la alarma de mi móvil con un ruido espantoso. Al menos antes sonaba “Downtown” lo que hacía mi despertar mucho  más llevadero.

http://www.youtube.com/watch?v=sku-1hqA5xw Continue reading


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Mujer.

No es la primera vez que escribo una poesía en internet, pero la verdad es que es una cosa que escribo y no suelo compartir con mucha gente… no sé si os gustará, pero espero que si y en caso de que resulte ser lo contrario pues intentaré ir mejorando.

Esta poesía se me ocurrió a raíz de una letra de carnaval de la comparsa ‘Los Yesterday’, que pondré al final, ahí va: 🙂

Una mujer
es la que se maquilla
solo con el mar
vibrando en sus ojos.

Una mujer
es la que sonríe
y se calla el mundo
para su sonrisa.

Una mujer
es la que pelea
por su vida entera
desde que amanece.

Una mujer
que desnuda su alma
y eriza los vellos
de aquel que la escucha.

Una mujer es la piel
que se viste de ella
y rozas la locura
al estar a su vera.

Una mujer
que llega tan adentro
que mata su olvido
y despierta al recuerdo.

Que el tiempo junto a su mano
se para en un suspiro
tan lento, tan hondo
que corta el silencio.

Y que un minuto sin ella
parezca una hora
tan lenta, tan larga
que avive las ganas.

Que con el roce de un beso
pierda la cordura
y que vivir junto a ella
sea una eterna aventura.

Solo por una mujer,
tan de verdad como esa,
daría mi vida y mi piel
hasta perder la cabeza.

 


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El Gran Viaje. Parte IV

Es la una y media cuando salgo de casa de Manuel, un hombre curioso dónde los haya. Ahora que me fijo no vi fotos familiares por ningún lado, solo una gran colección más excéntrica que curiosa y algún cuadro de bodegones o escenas de caza, pero ninguna foto. No sé si vivirá solo, pero solo de pensarlo me recorre un escalofrío desde la punta del pie hasta el último pelo de mi cabeza. La soledad es buena, pero para mí es destructiva muchas veces, no sé si podría aguantar tanto tiempo sabiéndome solo.

Me subo en el coche, un clio del 92 que a duras penas anda a veces, pero que nunca he pensado en cambiarlo por ningún otro. Cuando me siento paro un momento a pensar qué hacer. Podría ir ahora mismo a Transea, pero entonces no me daría tiempo de ir a trabajar esta tarde por mucho que quisiera ya que el astillero está cerca del paseo marítimo, en el otro extremo de la ciudad.

Tardo un cuarto de hora y un cigarro hasta que cojo el móvil para llamar a mi trabajo.

-UrgeMar buenos días ¿En qué puedo ayudarle?

-Hola Salva soy yo Santi.

-¡Ah, hombre Santi! No te había reconocido la voz, dime.

-Mira que hoy no voy a ir a trabajar, aún me quedan un par de días que me debe Luis.

-Vale, sabes que por mí no hay problema, pero tienes que llamar tú a Luis y ponerte de acuerdo con él.

-¿No puedes llamarlo tú? Es que solo tengo  el número del corporativo, pero no tengo el suyo personal.

-No Santi, creo que lo mejor es que lo llames tú en persona, yo te doy su número apunta…

Busco lápiz y papel y apunto el número que me da. Inmediatamente llamo a Luis y con un poco de trabajo consigo que me devuelva hoy el favor y vaya por la tarde él, así que puedo ir sin ningún problema al astillero a hacer alguna averiguación.

Me toma casi media hora llegar a Transea, al pasar con las puertas con el coche por las puertas un guardia de seguridad se acerca a mi coche.

-Buenas tardes caballero, ¿Qué desea?

-Mire venía a hablar con el encargado de personal.

-¿Sabe él que usted viene a hablar con él?

-Pues no, pero me gustaría hacerle un par de preguntas sobre un hombre que trabajaba aquí.

Vuelvo a contar la historia de Luis, de la noche que nos dieron el aviso y murió en la ambulancia no sin antes darme una nota con una petición que, desde entonces me está dando varios quebraderos de cabeza.

-Mire caballero no puedo dejarle entrar en el recinto a  no ser que sea un trabajador o que tenga una cita con alguien de aquí dentro, lo siento de verdad, me encantaría dejarle pasar, pero me estaría jugando el puesto de trabajo y mis hijos tienen que comer todos los días… no sé si me comprende.

-Sí, le comprendo, no se preocupe.

Me doy la vuelta hacia el coche y me meto dentro, enciendo un cigarro y me quedo apoyado en el volante mirando hacia la garita de seguridad.

No puede ser, me niego, tengo que encontrar la manera de seguir adelante con esto. No puedo rendirme, sé que nunca me lo perdonaría a mí mismo, esta sensación de que todo es importante no me ha desaparecido ni por un minuto desde que leí la maldita nota y no puedo dejar que un simple bache en el camino me frene.

Miro como el humo se escapa raudo por la ventana, sube y desaparece arrastrado por una brisa de viento; ahora mismo me siento así, como dejándome arrastrar por las circunstancias, como una hoja que se deja llevar por el viento; nunca sabe dónde va, solo de dónde viene. Por primera vez en mi vida me siento sin saber qué es lo que vendrá luego, no sé dónde me llevaran mis pasos en busca de Ana, y puede que sea eso lo que me ayuda ir hacia delante, quiero decir siempre he escogido mis caminos con sumo cuidado, y ahora saber el destino pero no la senda es una aventura que jamás habría pensado llevar a cabo y la verdad es que cada vez que me implico me atrae la idea mucho más.

Entonces se me viene una idea a la cabeza, saco rápido el móvil y llamo a mi madre.

-Hola Santiago ¿Qué te pasa?

-Oye mamá ¿Tú no tienes un primo que trabaja en Transea?

-¿Transea?

-El astillero mamá.

-¡Si que es verdad!… y bueno ¿Qué pasa con él?

-¿Le podrías decir qué estoy en la puerta? a ver si podía salir y decirle al guardia de seguridad que me deje entrar.

-¿Qué tienes tú que hacer allí hijo?

-Es largo de contar mamá, mañana me paso por casa a comer y te lo cuento, ¿vale?

-De acuerdo hijo, así hago lasaña que tanto te gusta. Ahora llamo a mi primo, un beso hijo.

-Un beso mamá.

Cuelgo. Mi madre, una mujer impresionante que me crió prácticamente sola. Abandonada por mi padre antes de que yo naciera, casada después con otro hombre (mi padrastro); un matrimonio que  no duró mucho, y una vida de trabajos desde el alba hasta la noche. Si ella no tiene el cielo ganado no sé quién más lo puede tener.

Espero un rato al sol mientras espero a que salga el primo de mi madre, intento acordarme de su nombre, pero no lo logro por más que lo intente.

Al rato sale, un hombre calvo y con una cuidada barba blanca, delgado y pulcramente arreglado.

-Santiago, ¿no?

Me acerco a él.

-Me temo que sí.

-Que de tiempo que no te veo, no sé si te acordarás de mí…

-Pues la verdad es que llevo un rato intentando acordarme de tu nombre.

-¿Y lo has logrado?

-No, la verdad es que no.

Se ríe con una sonora carcajada.

-Me llamo José, pero puedes llamarme Pepe. Bueno vamos para dentro ¿no?

Me cede paso para que me ponga a su par.

-Y bueno Santiago ¿Qué te trae a Transea?

Le cuento la historia, no sé cuantas veces tendré que recordar aquella escena, parece que el destino la quiere mantener atada a mi recuerdo indeleblemente.

-Bueno, pues vamos a hablar con el Jefe de personal a ver si sabe algo de ese tal Luis.

Me lleva por un par de pasillos, y me hace subir una escalera hasta dejarme frente a una puerta de cristal con un rótulo negro pegado a ella.

Noelia Ruíz de Santamaría

Jefa de personal y R.R.H.H

Entro y la mujer de pelo oscuro levanta la cabeza, tiene unos bonitos ojos verdes, los años han empezado a hacer mella en su rostro, pero eso no ha logrado empañar el hecho de que sea una mujer muy guapa.

-¿Sí?

-Buenas soy Santiago, enfermero.

-Encantada Noelia, Jefa de personal.

Me tiende la mano, en la que se adivina un pequeño anillo dorado de compromiso.

-¿Qué quería usted?

Le cuento la historia de nuevo, creo que ya la repito como un robot. Ella mira en el ordenador una base de datos con todos los trabajadores que han estado en nómina de la empresa.

-Ya no trabaja para la empresa.

-Sí, eso era bastante obvio la verdad, pero me gustaría saber por qué dejo de trabajar aquí.

-Bueno aquí no es la palabra más adecuada para esta situación.

-¿Cómo?

-Luis se despidió cuando estaba trabajando para nuestra empresa en  Argentina, así que tendrá que ir allí a preguntar.

No sé si me tuvo que notar mucho en la cara, pero por dentro el corazón se me paró por un momento

-¡¿ARGENTINA?¡

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Fotolog 2.0

Me dispongo a encender mi ordenador, como cada noche, para entrar en Fotolog. Espacio donde dejo volar mi imaginación, mi creatividad, mis pensamientos. Quizás también un poco de lo que he hecho en el día de hoy o quizás ayer. A veces, se vuelve un poco nostálgico, triste, las fotos ayudan a comprender mi estado anímico en algún que otro momento. Mis amigos (o ya no tan amigos, o ni si quiera amigos) pueden darse por aludidos en alguna que otra actualización. En esto se ha basado este espacio por mucho tiempo.  Continue reading


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El Gran Viaje parte III

Son las 12 del mediodía cuando me presento frente a Pinsapo 14, un unifamiliar blanco de puertas y ventanas azules idéntico a todos los que hay en la calle.

Me paro un minuto ante el telefonillo “¿Qué haces?” me pregunta una vocecilla en mi interior “No vas a sacar nada de esto principalmente porque esto no te concierne, si fueras listo te volverías para casa y te irías preparando para volver al trabajo esta tarde”. Poco a poco me doy la vuelta para ir al coche cuando escucho una puerta abrirse y veo frente a mí a una mujer de 30 años y un pequeño labrador que la acompaña y se abalanza hacia mí.

-¡Luna estate quieta!- La perra obedece y se sienta a un lado de la puerta- Perdone ¿Quería algo caballero?

Tardo un rato en responder y me pierdo en una cara de ojos verdes, algunas pecas titilan en su nariz y sus mejillas y el cabello moreno cae liso hasta sus hombros.

-¿Hola? ¿Hay alguien en casa? No me gustaría tener que llamar a la policía y contarle que un hombre extraño estaba parado frente a mi puerta acosándome.

-Perdón… me llamo Santi, solo quería saber un par de cosas sobre su casa.

-¿Sobre mi casa? Esta casa no es mía solo estoy aquí de alquiler, para cualquier gestión tendrás que hablar con el dueño.

-¿Y me podrías indicar dónde vive?

-¿No pretenderá alquilarla o venderla no?

-Ni mucho menos, solo quiero hacer un par de preguntas sobre un hombre que vivió aquí.

-¿Es usted policía?

-No, soy enfermero- veo como los ojos verdes se entrecierran en un gesto de sospecha- Te explico, el hombre del que hablo murió el otro día y estoy buscando a sus familiares para darles la noticia.

-¿No sería más fácil ir a su casa?

-Vivía en la calle, sino ya se me hubiera ocurrido eso te lo aseguro.

Ella se calla y mira a su perra.

-Mira sé que suena extraño, pero es la verdad, no tengo ningún interés en nada más solo necesito arreglar este asunto.

Suspira y levanta un dedo hacia el extremo más alejado de la calle.

-El dueño vive en esta misma calle, en el número 20. Trabaja de tarde así que con suerte lo encontrarás en su casa… espero poder fiarme de ti no quiero enterarme que lo han secuestrado o que lo han asesinado.

-No te preocupes y gracias por tu ayuda.

Se despide y se marcha hacia una plaza justo enfrente de su casa. Yo me dirijo en dirección al número 20 esperando poder sacar algo en claro antes de tener que hacer el ridículo un poco más.

Esta vez llamo antes de que ninguna voz me haga pensarlo una segunda vez.

-¿Si? ¿Quién es?

-Hola mire vengo a hacerle algunas preguntas sobre Luis González de la Espada.

-Suba.

La puerta se abre y encuentro una pequeña escalera y arriba esperando con la puerta abierta un hombre grueso de unos 60 años. Su cara roja se adorna con un bigote oscuro aunque con algunos mechones de canas.

-¿Quién es usted?- me pregunta antes de que empiece a subir.

-Hola soy Santi-le contesto mientras voy ascendiendo- soy enfermero y el otro día el tal Luis González murió mientras estaba yo de servicio y me encargó de que me despidiera de alguien, pero no sé cómo encontrar a esa persona.

-No te referirás a Ana ¿no?

-¿La conoce?

-Solo de haberla visto con él cuando vivían aquí.

Siento una pequeña decepción, creía que ya lograría llegar al fin de este embrollo en el que poco a poco me estaba metiendo.

-Me llamo Manuel, pasa y toma asiento. ¿Quieres una cerveza?

-Si no me sentaría nada mal.

Mientras él se mete en la cocina me fijo en el salón y en la gran colección de cajas de cerillas que descansan en una gran vitrina.

-¿Te he cogido admirando mi colección no? La verdad es que me ha llevado años conseguir algunas de ellas, sobre todo aquellas que forman parte de una colección.

-¿Aquellas que parecen cartas de la baraja española?

-¡Exacto! El rey de oros es especialmente difícil de encontrar.

Me siento en una silla de mimbre y él se sienta en un sofá que escucho crujir con desesperación bajo su peso.

-¿Qué querías saber sobre Luis?

-No sé cualquier cosa que me pueda contar, estoy buscando a Ana para darle la noticia.

-Bueno, la verdad es que era un hombre bastante reservado y no sé mucho de él.

No puede ser que me vaya de aquí sin conseguir nada, es la única pista que tengo y tengo que exprimirla. No pienso irme sin saber algo que por lo menos sea una mínima ayuda así que insisto de nuevo.

-Mira Manuel no pretendo importunarte, pero cualquier detalle me vale.

-Bueno recuerdo que no se llevaba bien con la vecina del 12, pero no es ninguna sorpresa nadie la soportaba y aún nadie la aguanta, la verdad es que se hace odiar la cabrona.

-¿Nada más?

Se queda un rato en silencio. Una gota de sudor le resbala por la frente y veo como en la cara el rojo se aviva a medida que pasa el tiempo.

-Bueno… si, recuerdo que trabajaba en el astillero si mal no creo recordar.

-¿En Transea?

-¿Conoces algún otro muchacho?

Transea, ese es mi próximo destino.

Me siento como un detective intentando esclarecer un crimen y la verdad, me gusta.

 


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El Gran viaje II parte

Ana… ¿Quién era Ana?, ¿Dónde estaba Ana?, ¿Era mi cometido buscarla? Mi cabeza se perdía entre las preguntas al día siguiente.

Cuando llegué a casa al terminar el turno intenté dormir, pero el sueño no llegaba aunque fuera a buscarlo, parecía escondido en algún pliegue de las sábanas al que no lograba alcanzar.

Me levanté de la cama y preparé café.

Ahora estoy aquí sentado en mi apartamento justo enfrente de la ventana que da al balcón, dejando que el olor a café impregne el vacío de mi casa, dejando que las dudas corrompan mi alma y mi ser sin darme un sustento de respuestas, porque aquel que las guarda ya nunca podrá dárselas a nadie.

Nunca me había afectado la muerte de un paciente, no así de esta forma al menos, no desde el primero. Es una sensación extraña, es perder algo que no es tuyo, pero por lo que has luchado para que alguien pueda despedirse, para que alguien lo pueda ver reír una vez más.

¿Y acaso ese hombre no se merecía que se despidieran por él?, ¿No merecía Ana saber que alguien que conocía no volverá a quererla? Preguntas, más preguntas…

Me acerco a la cocina y me sirvo un café, enciendo un cigarro y miro como el sol se levanta sobre los edificios. Mientras voy bebiendo, me viene a la cabeza la charla que tuvimos Susana y yo hace apenas unas horas, aunque ahora pensándolo bien parece haber pasado días enteros desde eso.Imagen

-Susana este hombre tenía una nota en el bolsillo.

-Ajam… ¿Y qué pasa con eso Santi?

-Nada que me ha despertado curiosidad quién será Ana y qué importancia tiene para que este hombre guardara esto y me lo entregara antes de morir.

– No sé Santi, la policía no encontró nada más que la identificación y nada más-paró un segundo mientras volvía a meter medicación en la ambulancia-pero no puedes dejar que te afecte, somos sanitarios, es difícil que un paciente se vaya pero tenemos que estar preparados para esa posibilidad, hay más personas que dependen de nosotros.

-Puede ser… pero no puedo quitarme esta nota de la cabeza.

-Olvídalo Santi. Se dio la vuelta para entrar en la base.

-Susana un momento, qué decía la identificación de ese hombre.

-Sé que me voy a arrepentir-suspiró- Su nombre es Luis González de la Espada, es de aquí o por lo menos vivía aquí antes de 1985.

-¿Cómo?

-Su carnet estaba caducado Santi.

Me miró un momento y entró en la base.

No puedo quitarme esa nota de la cabeza y tengo que hacer algo si no me voy a volver loco. Llamo al hospital dónde estuve trabajando un par de años antes de entrar en el mundo de las ambulancias. Si ese hombre era de aquí seguramente alguna vez habrá ido a ese hospital, no hay más que un hospital en esta ciudad.

Me lo coge Elena, una enfermera compañera mía.

-Hola Elena, soy Santi el enfermero que estuvo trabajando hasta hace poco allí.

-¿Santi?

-Si el enfermero¿Me recuerdas?

-¡Ahh! ¡Claro Santi! Dime.

-Mira esta noche un paciente que yo llevaba en la ambulancia entró en el hospital cadáver ¿Me podrías buscar si tiene historial ahí?

-¿Sabes su nombre?

-Claro apunta,  Luis González de la Espada.

Escucho las teclas del ordenador y como Elena canturrea mientras mira la pantalla.

-Si Santi, aquí está.

-¿Puedes darme sus datos?

Silencio, sé lo que le estoy pidiendo.

-Pero Santi… no puedo darte esa información.

-Venga Elena, ese hombre no creo que tenga familia además me lo debes. ¿Te acuerdas?

Vuelve otra vez al silencio, este dura un poco más. Cuando creo que la llamada se ha colgado escucho: Apunta.

Vivió durante un tiempo en la calle Pinsapo número 14 hasta que se fue del país por motivos de trabajo, volvió hace un año y desde entonces solo ha estado dos veces en el hospital por heridas de distinta índole recibidas en una pelea.

Miro el reloj son las 9 de la mañana, aún es temprano para ir a Pinsapo número 14, pero hoy tengo claro que iré allí a ver si averiguo algo.

Ana estés donde estés tengo que encontrarte.


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LEONES…=)

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Hay una película que marcó mi infancia, más que otras.

Esto no quiere decir que no haya grandes películas en mi infancia… la historia interminable, la princesa prometida, willow, batman… y así hasta un largo etcétera.

Pero, sin duda hay una con la que di la lata hasta límites insospechados (con esto me refiero a despertarme a las 6 de la mañana para poder verla antes de ir al colegio) y la única película que he ido a ver tres veces al cine.

Puede ser que la causa de que me gusten los leones venga por la fascinación por esa película, pero creo que a mí me han gustado los leones desde siempre ¡¡¡Y esa película era de leones!!! ¡¡Por Dios como no iba a gustarme la película!! Aunque unos cuantos años cuando fui a ver el musical a Madrid estaba tan cansado que estaba a punto de quedarme dormido en medio del musical (error el de comprar el bus para la noche antes del musical)

Seguro que ya sabéis a que película me refiero… venga seguro que lo sabes… ¿¿no?? ¡¡¡El Rey León!!!

Y ahora os vendrá una pregunta a la mente: Bueno y que me vas a contar del rey león, es una de las mejores películas de Disney.

Pues es una reflexión que tuve el otro día y me gustaría compartir para ver que pensáis.

Aunque el protagonista de la película es sin lugar a dudas Simba marcado por la muerte de su padre y la mentira de su tío, hay un par de personajes que cargan con todo el peso cómico de la serie, Timón y Pumba.

Pues esta pareja tan singular nos enseñan la lección más importante de la película, una que creo que ha marcado mi vida y la de gran parte de la generación que conmigo vivió el tiempo del Rey León, hace ya unos cuantos veranos de eso.

Una generación que han catalogado como la generación ni-ni, pero que para mí es la generación Hakuna Matata.

Hakuna Matata, VIVE Y DEJA VIVIR. Esa idea que un facóquero y un suricato nos lanzan en una canción es una forma de vida que resume en esencia el espíritu de mi generación.

Personas que quieren vivir, que quieren luchar por sus ideales, que quieren trabajar y ser un futuro que no se ha quedado estancado, personas que bajan y suben, que vienen y van, personas que; repito, quieren y luchan por vivir.

Personas que, no como personas de otras generaciones (que incluso  tienen cargos importantes en altas esferas), no desean vivir a costa de los demás ahogando la vida de los que están a nuestro alrededor, solo intentamos usar nuestra fuerza en sacar nuestra vida adelante y si interferimos en la vida de otro es para aprender, para mejorar, para vivir otra historia compartida esta vez con otra/s persona/s.

Me siento orgulloso de ser de la generación Hakuna Matata.

No sé si estaréis de acuerdo conmigo en que el Rey León no solo es una película de leones si no una película que enseñar a las siguientes generaciones para que ellos también puedan vivir y dejar vivir.

 

HAKUNA MATATA.


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YO

Yo soy el que amanece cada mañana y odia madrugar, pero por las noches me las ingenio para hacerlas eternas.

Yo soy la falta de memoria  para dónde dejé la cabeza perdida, pero quién se acuerda de aquella vez en aquel lugar donde Cristo perdió el mechero.

Yo soy la risa con mi gente y muchas más veces de las que reconozco la risa cuando estoy solo, un payaso sin remedio; pero también soy las lágrimas que solo unos pocos conocen.

Yo soy el que se mete contigo cuando llegamos a tener confianza, no por reírme de ti si no para intentar hacerte reír; pero con el que podrás contar cuando creas no tener motivos para reírte conmigo.

Yo soy el que se pasa las horas cantando cualquier letrilla que haya llegado hasta mis oídos y no duda en compartirla cuando nos reunimos más de dos personas una noche.

Yo soy el que se muere de un dolor en el pecho cuando me siento solo, pero el que mueve sus ideas sin sentido y sin remedio cuando no hay nadie.

ImagenYo soy el que se pierde en sus mundos hasta quedarse sordo ante el mundo real, pero el que presta atención cuando quieras contarme algo… hasta hacerlo parte de mi vida.

Yo soy el que se pierde sin remedio mirando las estrellas y me siento tan pequeño que hasta asusta, pero también el que se tuesta al sol durante horas y disfruta de cada roce de calor en su piel.

Yo soy el que prefiere regalar a que le regalen.

Yo soy el que mide sus días por las veces que he hecho reír a alguien, pero el que sabe que una lágrima pesa tanto como una sonrisa aunque se rompan en pedazos al caer y chocar.

Yo soy el que resulta incomprensible hasta a sí mismo, pero el que se sienta a saber qué es lo que soy y lo que siento cuando tiene la oportunidad.

Yo soy el defecto de mí mismo, a veces lo que no quiero ser, otras lo que nunca pensé ser; pero soy el dolor de mirarme al espejo cuando caigo en lo que he sido.

Yo soy el que aprovecha para pasar tiempo con los suyos y saca de un segundo una hora para compartirla.

Yo soy el que no debería echar de menos, porque me retuerzo de agonía cuando te busco y no te encuentro.

Yo soy el que no puede hacer más de una cosa a la vez porque puede resultar que al final no salga bien ninguna.

Yo soy el que hará cosas por alguien sin que nadie más lo sepa (a veces ni esa misma persona) porque “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”

Yo soy el que soy, porque hay personas que cambiaron mi vida y la marcaron para siempre.

Yo soy el que soy, un cúmulo de sensaciones y sentimientos, una gota de agua pérdida en la corriente, un sendero que serpentea entre mil recodos y veredas.

Yo soy Paco, Francisco José, Francisco, Junior, Fran, Curro, Pelón… pero a la vez solo yo mismo.

Gracias a todos los que habéis hecho de mí ser quien soy.


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Carta a una gran amiga

Querida amiga, hermana

Los días de mi vida van pasando, uno tras otro. Ninguno tiene desperdicio, ni tan siquiera aquellos en los que he sentido que estaba atravesando la parte más oscura del túnel. Y es que, lo que hemos de pensar es que es en esos momentos en los que más se aprende. Las mayores lecciones las anotamos cuando sentimos que tocamos fondo. Así somos los seres humanos, ya lo sabes. Pero es que es también en esos instantes en los que mejor podemos apreciar qué personas te quieren mucho, de verdad y bien. Son esas que iluminan la oscuridad de la gruta en la que a veces sentimos estar encerrados. Hay manos que se nos tienden entonces. Pues no debiéramos jamás confundir a quién pertenecen las mismas.

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La vida, una prenda jamás tejida

-Abuela, ¿qué estás tejiendo?

-No sé cariño, lo que salga.

– Pero abuela, ¿qué quieres decir con eso? Si haces punto es porque quieres hacer alguna prenda, ¿no es verdad?

– No mi niña, te explicaré algo. A veces es cierto que hago punto para hacerte un gorro a ti, un jersey a los primos pequeños o a mamá o algún bolso para tu hermana. Pero no siempre es así. Hay días en los que tejo sin tener nada concreto que hacer, sin que nadie me haya encargado nada. Días en los que sé que al final voy a hacer algo que va a merecer mucho la pena, pero ese algo no tiene una forma definida desde el principio. En esos días, cariño, a mí yo prefiero pensar que hago esto porque me gusta mucho, sin más razón que esa. Y porque al final me sentiré orgullosa de lo que consiga hacer. La idea irá surgiendo poco a poco. Comienzo por tejer un cuadrado de lana y siempre hay un momento en el que se me ocurre lo que poder hacer con eso que, al principio, parece no ser nada.

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