pacrima

Un lugar donde pensar entre palabras…


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Un frío día de invierno

Quedé contigo una gélida tarde de invierno.

Tu pelo se arrebujaba con la fría brisa que se me atravesaba como témpanos afilados.

Pero, a pesar del frío, sentí una bola de calor en las tripas cuando te acercaste para saludarme

Querría decir que te conocía de toda la vida, pero la verdad es que solo te conocía de unos meses y aún me quedaba mucho que conocer, como una historia que se desgrana en cada página.

Paseamos por las calles hablando de nada, pero diciéndonoslo todo.

La gente paseaba a nuestro alrededor, pero si soy sincero eso me daba igual, pues solo podía estar atento en como tu cara se enrojecía  con el frío y se escondía bajo una bufanda de lana, dejando tus ojos claros libres  para que me perdiera en ellos.

No sé cuándo ni cómo, pero me encontré aguantando tú mano entre la mía.

Íbamos a buscar un sitio dónde cenar y refugiarnos de la lluvia, más fría que el día, que nos sorprendió sin paraguas ni árbol para refugiarnos del mundo.

Sigo pensando en qué hablamos durante la cena, por qué nos reímos y por qué me bebía tus palabras.

Te acompañé a tu casa, pero decidimos de repente sentarnos en un banco de una de esas plazas perdidas del resto de la ciudad.

Empiezo a creer que habría algún motivo por el que decidiste apoyarte en mí mientras se adivinaba alguna estrella en el rosáceo cielo nocturno.

Se hizo un silencio profundo, pero no de esos silencios oscuros en los que no se sabe qué decir, era el silencio claro en el que sigue la conversación sin palabras.

Aprovechaste el silencio para mirarme y yo para encontrarme otra vez en tus ojos azules y escuchar como palpitaba mi corazón casi al punto de desbocarse.

Me lancé a besarte y me desperté, y se deshizo mi mundo como una pompa de jabón.

Me cabreé con el mundo y cinco minutos después me volví a dormir para intentar volver a soñar contigo.


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Palabras para Laura

Hace cuatro días una pequeña cosita llegó al mundo. Tras nueve meses (y algunos días más) de espera, ya se encuentra en casa.

Allá a principios de año, primera quincena de febrero, mientras cuidaba a un pequeñajo al que adoro, una noticia me llegó. Me encontraba a bastantes kilómetros, en ese país tan verde que tantas alegrías y tanto amor me ha dado. Mi hermana fue la portavoz de aquella maravillosa noticia. Irene, nuestra amiga de toda la vida, nuestra Irene, la que iba al colegio con mi hermana, nuestra vecina de bloque, nuestra rival en el fútbol, nuestra otra hermana, se había quedado embarazada. Tal fue mi alegría y mi emoción que derramé unas lágrimas, no me lo creía, alguna que otra vez habíamos hablado de hipotéticos casos, pero esta vez la noticia era cierta.  Recuerdo que poco después puse el facebook y ya ella me había escrito para decírmelo, le hubiese gustado comunicármelo en persona pero dadas las circunstancias sucedió así.  Hablamos y me puso al día. La cuenta atrás comenzaba y, desde aquella isla, mi preocupación y mis cuentas no faltaron. Cuando bajé en Semana Santa aún era pronto para notar “el bombo” pero la felicidad pasaba por su rostro (y por nuestras caras, de Mj y mía). Entonces nos imaginábamos nuestras quedadas, café o cena de chicas, con un carrito al lado que ocuparía seguro toda nuestra atención y gran parte de la conversación. Esa vez también se nos olvidó hacernos la foto de las tres y bromeábamos diciendo que seguro la haríamos cuando la pequeña Laura viniera al mundo.

Así fueron pasando los meses, quizás más duros para la mama, bueno, quizás no, seguro, ya que es a ella a la que le ha acompañado esa barriga durante estos meses. Pero Manu también ha pasado lo suyo al lado de nuestra amiga (y lo que te queda amigo). 

Entonces llegó otra de nuestras quedadas en casa de ambos, una gran cena preparada por Manu, buenas charlas y, lo mejor, en buena compañía. Esa vez antes de irnos pedí que nos hiciéramos la foto, y así fue. ¡Por fin! Nosotras tres y la pequeña en el interior de mama. Se me hace raro llamar a Irene mama pero es lo que es. Ya sí. Hace cuatro días la pequeña Laura llegó al mundo coincidiendo con que bajé el mismo día de Sevilla (como Pablo me dice, tengo un imán para los niños). Esa misma noche nos dieron la noticia, otra vez mi hermana se adelantó y leyó la noticia antes que yo. Por su grito de entusiasmo supe lo que había ocurrido y unos minutos después nos llegaba una de las primeras fotos tomadas a la bebe. Ya planeamos cuándo la veríamos y hoy ha sido el día. Ya en casa, un poco más tranquilos los tres, fuimos a ver cómo se encontraban las dos muchachas. Una pequeña cosita que se encontraba en el carro hacía leves movimientos, apretaba los ojos, se encogía hasta que mama la cogió. Era hora de comer. Nosotras esperábamos ese momento para verla despierta, verla bien. Muy linda, muy espabilada, muy atenta a todo, muy pequeña, así es como describo a nuestra pequeña Laura. Un tesoro que por fin ha llegado a casa de estas dos personas maravillosas. Por fin estás entre nosotros, por fin una más.

 

¡Felicidades papa Manu y mama Irene!

Con todo mi amor y mi cariño: tita Cris ^^


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El Gran Viaje. Parte V

De camino a mi coche voy pensando en mis posibilidades, en esta nueva información que me habían dado y que podría significar un antes y un después en mi vida.

La vida es así, caprichosa y nos hace tomar elecciones a lo largo de nuestro paso por ella, pero hay algunas decisiones que solo planteárselas hacen aparecer una bola de hielo en las tripas; sabes que un mal paso puede representar una caída a la nada y que el acierto nunca es seguro y que en caso de conseguirlo no tiene porque significar sacar algo de ello, pero aún así no se puede huir de ellas porque la intriga te persigue para siempre.

Enciendo un cigarro y mientras conduzco de vuelta a casa me fumo un par más, puedes dejar de fumar todas las veces que quieras, pero cuando algo gordo te cae encima un fumador es un fumador.

Al llegar a casa voy desprendiéndome de cosas mientras llego al sofá, las llaves en la mesa junto a la puerta, la sudadera tirada en el suelo, la cartera medio colgando de la encimera de la cocina, la cajetilla de tabaco y el mechero se vienen conmigo a tirarse en el sofá.

Veo una luz parpadear en el contestador, pero ahora no voy a escuchar nada, necesito estar solo, totalmente solo con mis pensamientos.

Argentina está lejos, muy lejos de aquí y no sé cuánto tardaría en encontrar lo que ando buscando allí; sé que tengo dinero ahorrado y puedo coger una parte para el viaje y los gastos que tenga, pero no puedo faltar al trabajo tanto tiempo, tendría que abandonar. La mayoría de los problemas son curiosos ya que cuando los ves desde fuera todo parece fácil de solucionar, pero cuándo te toca todo parece otro mundo dispuesto a caer sobre ti y aplastarte con el peso de la duda y la indecisión.

Me levanto a la cocina y del mueble que está junto a la campana saco una botella de whisky y un vaso. Yo lo llamo la solución para emergencias, podéis juzgarme cuanto queráis pero necesito quitarme peso de encima y esto ayuda más que pasarme horas en el sofá mirando al infinito intentando tomar una decisión.

Me sirvo una copa y enciendo otro cigarro, salgo al balcón y veo como la bahía descansa relajada, mecida por una suave brisa y reflejando los caprichosos rayos de sol.

Ana, Ana… ¿Quién eres?, ¿Dónde te escondes? Meto la mano en el bolsillo y no me sorprendo al notar un pequeño trozo de papel arrugado que descansa silencioso entre los pliegues de la tela, lo saco y leo de nuevo las palabras garabateadas, desesperadas; pero aún así llenas de amor y cariño  en un  dile que la quiero… Argentina está muy lejos, pero esta historia de la que solo sé una pequeña parte me atormenta.

Miro al vaso y me sorprendo con los hielos descansando solitarios en el fondo, como icebergs cúbicos que han sacado del agua. Vuelvo a entrar con toda la intención de llenar mi vaso, pero antes de ir a la cocina me acerco al contestador en el que aún parpadea un mensaje en un brillante rojo mortecino, sé que estos aparatos están casi obsoletos, pero siendo sincero me da pena desprenderme de él si aún funciona. Le doy a reproducir y mientras escucho dejo que mi mano coja la botella para suplir el vacío de mi vaso.

“Hola cariño, soy mamá, ¿Cómo estás?  Te llamo porque hace tiempo que no sé de ti y me preguntaba si no te importaría comer mañana conmigo y así me cuentas como te está yendo todo que me tienes preocupad… Voy a preparar solomillo a la pimienta que sé que te gusta… contéstame cuando oigas esto, ¿vale?… te quiero hijo”

Escucho la voz impersonal de una mujer que me dice no tiene más mensajes nuevos. Si no tenía suficiente con mi quebradero de cabeza personal, ahora también me siento mal por haberme olvidado de mi madre, pero la verdad es que tiene razón así que descuelgo el teléfono y la llamo.

-¿Si?

-Hola mamá soy yo Santi.

-Hola hijo, ¿Cómo estás?

-Bien mamá, un poco cansado.

-Seguro que no estás durmiendo bien, siempre acostándote tarde… no puede ser.

-No es eso mamá, ya te contaré.

-¿Vendrás a comer mañana? Te esperaba hoy, pero no me has cogido el teléfono.

-Lo siento mamá, no he estado en casa. Si mañana iré a comer… hay algo que quiero contarte.

-Vale hijo, hasta mañana.

-Hasta mañana mamá.

Mi madre es a veces difícil de tratar, es una mujer con un carácter muy fuerte; pero ¿Qué se podía esperar de una mujer que ha cuidado sola a su hijo? Antes de que yo tuviera memoria mi padre se largó de casa para no volver, nunca he preguntado a mi madre por él después de las primeras veces que me atreví a hacerlo (tendría unos 14 años y necesidad de respuestas). Recuerdo que solo con plantear el tema mi madre se enfadaba para luego encerrarse en su cuarto a llorar. Intentó volverse a enamorar e incluso se casó por segunda vez con un buen hombre, Rafael creo que se llamaba, pero no funcionó, fue un divorcio antes de llegar a hacer un año casados.

En realidad no tenía ganas de hablar con mi madre, ya os lo he dicho tiene un carácter “especial” y puede ser impredecible, pero quiera o  no es mi madre y seguramente me dé algún consejo que me haga ver las cosas más claras.

Lleno mi vaso y a enciendo otro cigarro, me siento en al balcón y veo como el sol se esconde lentamente tras los edificios alargando sus sombras por las calles. Otro día se va,y no consigo sacar nada en claro.


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Hay días que sin saber por qué te zambulles en tus recuerdos y cada vez buceas más y más profundo sorprendiéndote casi siempre con algunas sonrisas inesperadas que se reflejan en tu cara, y a veces con alguna lágrima porque ya el tiempo no volverá.

Solo nosotros tres

Solo nosotros tres

Hoy llevo todo el día yendo de unos recuerdos a otros, algo que ya forma parte de mí como el tomar aire al respirar. Puedo decir que tengo la suerte de tener muchos recuerdos dónde elegir, pero hoy llevo conmigo unos muy especiales  y a dos personas que hacen que esos momentos que viví  los tenga ya manoseados de tanto usarlos, porque a fin de cuentas las cosas importantes siempre se llevan cerca.

A veces parece que el destino conspiraba a mis espaldas para ponerme a estas dos personas en mi camino y demostrarme una vez más que nunca nada sale como crees y a veces ese desconocido de allí mañana puede ser la persona que te de un abrazo cuando más lo necesites, o mantener una conversación de horas saltando de un tema a otro esperando que el tiempo se detenga unos minutos para hacer ese momento eterno.

He de decir que sin una de esas personas no tendría a la otra y que por eso siempre le estaré agradecido, por empezar un día aquel juego del que yo era un espectador que se tragaba con ansia cada capítulo casi diario y que me desgranaba en una llamada al teléfono a veces de horas, de esas de “cuelga que se me pasa la hora y me cobran”

Recuerdo una amistad que nacía en los comentarios de una cosa que se llamaba (y se llama, aunque ya solo sea un álbum de recuerdos para nosotros) “Fotolog”, recuerdo el encender el pc y esperar con ansia a que se cargara la página para ver si alguna de esas dos personas había dejado un comentario o había subido algo nuevo que me permitiera sentirme un poco más cerca de ellas.

Recuerdo el esperar, como tantas cientos de veces, en la puerta del instituto y quedarme mirando a una persona en particular que también me miraba a mí. Sin una palabra decíamos te conozco, sé quién eres. Recuerdo como se acercó a mí y me dijo un simple “¿buscas a María?”… a veces los principios no parecen gran cosa, pero por simple que parezca ese paso fue importante, porque esa simple frase daría lugar después a muchos momentos más que no cambiaría por nada.

Una fiesta de “amigos” que para variar se llenó, nos buscábamos entre la gente para compartir un momento a veces dos de nosotros, a veces los tres, pero siempre buscándonos con la mirada. Esa misma fiesta, cuando la gente despareció poco a poco, tirados los tres en la cama charlando, riendo, solo nosotros tres; una historia curiosa que poco a poco iba teniendo un sentido y un significado que cambiaría mi  mundo para siempre.

Paso a paso, recuerdo a recuerdo, día a día seguíamos siendo nosotros tres entre más gente (que no por ello menos importante), siempre nosotros tres.

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Los tiempos fueron cambiando, porque la vida no sabe estarse quieta y siempre tiene la manía de ir hacia delante sin mirar para atrás. Pero por mucho que pasara siempre estábamos nosotros, aunque ya la distancia apareciera de por medio, nosotros nos buscamos la manera de ganar tiempo para nosotros… visitas a casa de Cris, visitas sorpresas a Cádiz, visitas a Sevilla, reuniones  en unos escalones en Sta. Ana… da igual cómo, cuándo o con quién, lo importante era encontrarnos los tres para reírnos, para charlar, para compartir algo más de nosotros.

Hubo momentos tensos, momentos en los que todo parecía a punto de acabar, momentos que se alargaban más de lo que debían, pero que al final encontraron la manera de solucionarse.

El tiempo ha pasado y todo ha cambiado, ya no somos tan chicos, la vida ha vuelto a deshacer los planes y ponerlo todo patas arriba, pero yo sé que tengo dos personas siempre en mi corazón y en mi mente, esa clase de personas por las que cruzaría el océano a nado si  les hiciera falta mi ayuda; esa clase de personas que la vida, dios o el destino pone en tu camino para recordarte que siempre hay algo bueno por lo que merece la pena luchar con tus manos.

Uno aquí, otra allí y otra más allá, pero nadie podrá quitarnos nuestra historia; Salés, cumpleaños, borracheras, abrazos, despedidas, reencuentros… tanto que hemos vivido y espero que tanto que nos quede por vivir.

Si, hoy, sin venir a  cuento, me he dejado llevar por mis recuerdos y paso a paso he ido desempolvando esas historias que están llenas de ese “algo” que las hace tan diferentes a todo lo demás; esas historias que quedaron para siempre unidas a nosotros. Porque esa palabra es la importante, NOSOTROS, los que nos hemos buscado tantas veces cuando necesitábamos a alguien de verdad.

Hoy las cosas son diferentes, ya lo he dicho el tiempo es caprichoso y nunca deja nada en el mismo lugar, pero todo lo que fuimos sigue aquí entre un latido y el siguiente de mi corazón; con dos personas que por mucho que pase el tiempo, por mucho que la vida siga, serán mis personas, esas de las que nunca dejarás de depender; esas personas con las que, aún en silencio, me encuentro a gusto; esas personas que siempre podrán contar conmigo.

Pase lo que pase siempre os llevaré conmigo porque aprendí a ser con vosotras.

Gracias Remember, Gracias Piper…

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sea dónde sea, sea con quién sea


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No sentir

¿Cómo sería eso de no sentir? ¿De enfrentarnos a todas las circunstancias diarias sin emocionarnos? No sabría decir un número concreto de sentimientos que podemos experimentar en un día pero sé que son muchos. ¿Sería la vida más fácil sin sentir? Qué cosa tan estúpida, ¿verdad? Aunque seguramente en alguna  ocasión muchos han preferido no sentir para no resultar lastimado después.
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La noche de San Juan

Eran las 23.00 p.m. Mis amigos estaban ultimando los motivos de la hoguera. Yo estaba sentada en un tronco, mirando el mar al fondo.  Corría un poco de aire. El pelo se ponía en mi cara pero no me molestaba. Mis amigos insistían en que les ayudara que me lo pasaría bien. Pero yo no estaba de humor. Tampoco lo había estado por los últimos seis meses. ¿Por qué ahora?
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Por Cris Reyes


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El valor de los objetos escondidos

El valor de las cosas. ¿Quién no tiene en su dormitorio una caja de recuerdos?¿ Una notita de aquel chico que te gustó en primero de primaria? ¿Un trozo de papel roto, arrugado pero con un valor incalculable para ti? ¿Una pieza de algo que a día de hoy no sabes lo que es?  Continue reading


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Soy de Cádiz

Soy de Cádiz.

De un rincón donde las palmeras bailan al son del levante y del poniente.  De un lugar en el que hacen los coros el sonido de las olas que juegan con la marea.

Soy de Cádiz.
Donde la gente busca motivos para sonreír y celebrar, aunque las penas y los problemas los ahoguen y acaben con ellos poco a poco.
De un lugar que restalla en una coplilla de carnaval y se arranca solo al escuchar un 3×4, sin poder evitar dejarnos llevar por el rasgueo de una guitarra o el repiqueteo de una caja; que lleva tatuado en sus labios el ritmo de un pasodoble.

Soy de Cádiz.
De un lugar que destila magia en cada uno de sus rincones. Un paraíso que es la envidia de muchos, un paraíso que es la suerte de pocos.
De un lugar dónde el sol se pone y se ahoga en el horizonte para dejar sitio a la luna lunera, y hacer que brillen en el firmamento las estrellas como farolillos de una feria o de una verbena.

Soy de Cádiz.
De un lugar donde las noches son eternas y dónde sabemos que llega el verano porque se huele en el aire como poco a poco va llegando las barbacoas, la playa, las ferias… olores que te han ido acompañando toda tu vida y que nunca se olvidan.
De un lugar donde se siente el viento en los huesos y dónde nos atrevemos a salir a la calle aunque el levante sople  con toda su fuerza.

Soy de Cádiz.
Una tierra que llevamos tan adentro los que somos de aquí que sin quererlo vamos exportándolo entre todos aquellos que tienen la curiosidad de conocernos.
Un sentimiento que nos llevamos en la maleta cuando, por mala o buena suerte, nos toca abandonar nuestra vida en pos de otra que dicen mejor, pero que nunca olvidamos y escuchamos más carnavales que nunca, porque quien es gaditano lo es hasta la muerte y se va deseando volver.

Soy de Cádiz.
El rincón de España a África.
El lugar donde recibimos a los ‘guiris’ con los brazos abiertos cada verano, aunque para nosotros cualquiera que venga de más allá de Despeñaperros lo apelamos guiri. Lo que ellos no saben al llegar es lo difícil que se les hará volver, porque flota una magia en nuestro viento que desata la locura de aquellos que no están acostumbrados a él.

Soy de Cádiz.
De la costa a la sierra, dónde moran los pueblos blancos que se refugian a la sombra de las montañas. Pueblos dónde la cal brilla con los rayos del sol y los senderos y las veredas se pierden entra los alcornoques y el pinsapo, dónde los ríos borbotean en un suave camino hacia la mar.
Soy de Cádiz.
El pueblo de los pescadores, de los pastores, de los artesanos y de los mariscadores.
Soy de Cádiz.
De Chiclana, de San Fernando, de Ubrique, de Arcos, del Bosque, de Conil… de tantos lugares que aún me quedan por descubrir y en el que un rincón se hace especial porque todo se comparte con los que te importan.

Soy de Cádiz.
De un buenos días al cruzarte con alguien por la calle y dónde nunca sabrás con quien puedes acabar charlando cuando pones tu pie en la acera, porque todo aquí es sorpresa.
De una cerveza en una terraza, muchos dirán que las terrazas son buenas en cualquier sitio, pero nunca se han sentado con una cerveza en verano viendo la arena blanca y el azul de un cielo inigualable que riela en el mar agitado por el suave devenir de las olas.

Soy de Cádiz.
No sé lo afortunado que fui cuando nací en mi tierra, la suerte que tuve al criar mis recuerdos al sol y regarlos bajo un pino, donde encontré la amistad y el amor que solo una gaditana sabe dar.

Soy de Cádiz y hasta el día que mi corazón se canse de latir llevaré este sentimiento adentro, dónde solo Cádiz sabe llegar.